En los tiempos de las aves (…y el voyerismo)

Baden POwell

Cuando contemplo el cielo
de innumerables luces adornado,
y miro hacia el suelo
de noche rodeado,
en sueño y en olvido sepultado
Fray Luis de León

 Los tiempos están para leer y quizás, como hoy, para escribir. Si bien esta cuarentena la llevamos bastante bien, lo interesante es que basta que sea obligada para que nos pongamos un poquito nerviosos. Y estamos día 4….

Tengo la grandísima ventaja de tener mirada a un parque. Por eso, cada tanto, miro al cielo y me quedo un buen tiempo contemplando (y escuchando) a los pajaritos. Por ejemplo, dos veces al día (7 am y 5 pm) un criador de palomas las hace volar en círculos para que se “aireen”, las he visto ya hace tiempo, pero recién logro escuchar su aleteo: una maravilla.

Hay un cernícalo o halcón (para mí es lo mismo). Ese, tiene fascinado a mi marido, tanto que lo llama “mi amigo”. Pues ahora, está entrenando a su cría a volar y es una maravilla. Creo que nos estamos volviendo unos bird watchers chicha, pero mirar el cielo cobra más que nunca su encanto.  Hay unos loritos azules, unos pajaritos amarillos, las cuculíes de siempre (que esas sí me caen mal desde pequeña), los cuervillos que me despiertan a las 4:55 im”pajarita”blemente  despiértenme las aves con su cantar süave no aprendido ¡Grande Fray Luis!

Otro cantar suave está unos metros más abajo: las risas de los niños que viven por la zona. Entienden sin entender que hay que quedarse en casa. Por ello, deben estar maravillados al estar todo el tiempo con sus padres y algunos, con sus abuelos. Salgo al balcón y  veo cómo se asoman, en su inocencia, a ver las mismas aves que miro yo y de cuando en cuando, alguno, a la distancia, levanta la manito y me saluda.

El encanto del voyerismo, casi James Stewart y Grace Kelly. Y así voy viendo, las rutinas que nos hemos ido estableciendo: en algunos balcones empiezan los estiramientos, la meditación, el yoga. De otro lado, el que fuma su primer pucho del día (ojalá que esté abastecido), el cafecito, el que lee el periódico, la que mira como yo y me mira a mí, el que hace cuatro días no hace más que limpiar su parrilla minuciosamente, los niños que hacen las tareas en una mesita, las mamis cantando con sus bebés… Y esta historia continuará.

No me he referido a todos los que pasean a sus perros porque vivo fascinada con una pareja que sale “junta” pero a un metro de distancia ¡ampay!… con su mascota: deben hacerlo unas seis veces al día, por lo menos: a) O el perro tiene diarrea o b) No pueden con su alma o, c) Ninguna de las anteriores.

Ustedes dirán que me la paso en el balcón, pero agradezco mi suerte, es mi locus amoenus porque tendid(a) yo a la sombra esté cantando. Entonces leo y contemplo el cielo, contemplo el suelo y leo.

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