Archivo por meses: marzo 2020

Nos habíamos amado tanto…

salirse del grupo

Como creo que comenté, sería maravilloso que, en este periodo de cuarentena forzada, todos pusiéramos nuestro mejor esfuerzo para sacar lo bueno que tenemos dentro (una gotita másquesea).

No obstante, hay un límite. No podemos ser ciegos ni voltear la cabeza: esto va traer cola y larga. Dos semanas más de confinamiento ya está mostrando su peor cara: la gente se ha ido de paseo, han inundado de nuevo los mercados y así podría citar más ejemplos: ¡qué estrechez de corazón!

Todos tenemos nuestros propios espíritus oscuros que a veces nos poseen, y se da paso la impaciencia, la ansiedad, la pérdida de tolerancia o simplemente, porque nos cansamos de este peso que estamos cargando y necesitamos un “tiempo fuera”.

Es imposible no estar hiper informado, seguramente muchos de nosotros recibimos noticias por todas las redes sociales, o las buscamos, o queremos saberlo todo, sentir seguridad o incluso, una ridícula percepción de superioridad al tener el “dato” que no tiene el resto.

¿Qué pasa en este escenario con los mensajes de whatsapp?

Sé que toco terreno minado, pero creo que es un tema que está palpitando en el ambiente.

Aquí estamos involucrados en dos áreas: las individuales y las grupales. De hecho, en ninguna de las dos, falta alguien que reenvíe a rabiar información “relevante” y te atore de mensajes todo el santo día: memes -algunos muy divertidos- , videos o noticias falsas (fake news)

En los grupales predominan los colectivos de la familia, los amigos del colegio, los colegas, chamba, los edificios, los amigos de la universidad, y así seguramente -amadísimos lectores- ustedes deben tener muchos otros más. Hago una pausa para mencionar que sería hermoso revisar el nombre de sus grupos. Comparto algunos de los míos: Café terapéutico, Tiempo de calidad, La cofradía, Tertulia literaria, entre los más activos.

Pero como sería extraordinario tomar esta cuarentena como tiempo de aprendizaje la cosa se pone más seria.

Por ejemplo, alguien me sugirió formar un grupo de whatsapp para coordinar algunos temas comunes, decidí que no iba a hacer. En primer lugar, porque no haría un grupo si consultar antes a los que podrían integrarlo; en segundo lugar, por salvaguardar la sanidad mental de los integrantes y por último, considero que los grupos que tienen más de ocho miembros son una bomba de tiempo. Soy totalmente sincera, tengo conocidos con los que no quiero hacer grupo.

Son tiempos duros, no estamos para enviar toneladas de información sin evaluar su contenido. Me hace gratamente feliz compartir datos para ayudarnos los unos a los otros, agradezco infinitamente cuando alguien me piensa y me pasa la información; me hace enormemente desgraciada cuando recibo noticias que me llevan al borde de la angustia, cuando alteran mi tranquilidad interior, a pesar de saber que son más falsas que “moneda de cuero”.

Todos estamos nerviosos, todos tenemos derecho a estarlo.  Por favor, que nadie se ofenda si le digo que por favor no me reenvíe mensajes que no me suman; por favor, que nadie se ofenda si no le comento lo que envió porque me ha puesto un poco mal. Que nadie se ofenda, si me salgo temporalmente de un grupo por ya están diciendo demasiadas huev….adas y, si alguien se quiere sentir ofendido, mejor que se concentre en aspectos que hoy por hoy son más importantes.

¿Era un sueño?

burst

Cuando veo a los pajaritos ─estoy obsesionada con los pajaritos, caray─ me siento un poco Segismunda cargando las cadenas. Podría cambiarlas por mi balde, mi trapo y mi escoba que de propia voluntad y sin presión alguna, he preferido tomar con hidalguía, cual lanza del Cid Campeador. Eso sí, lo he hecho muy entusiasmada y con grandes afanes le entro a la limpieza pensando que algo bueno sacarán mis bíceps descolgados de este ejercicio.

Nace el ave, y con las galas

que le dan belleza suma,

apenas es flor de pluma,

o ramillete con alas,

(…)

¿y teniendo yo más alma,

tengo menos libertad?

Tengo este ying de #amadecasaporsiempre (hashtag robado de una exalumna) y este yang  de #megustaleer, #leersiempre @algodemente2.0 que no se contraponen. Por el contrario, se pueden complementar.

Entre cada muda de ropa que pongo a lavar, voy leyendo las páginas de un cuento. Organizo mi día mientras recuerdo algunos versos del Siglo de Oro;  escojo cómo quiero que sea mi rutina imaginándome como Leonor de Aquitania en un escenario de amor cortés (de Cortés); tengo la suerte de poder elegir lo que realmente quiero hacer durante estos días:  ser o no ser. Pero siendo sincera, igual estoy en ese calabozo en lo alto de la ladera a la espera de que alguien llegue con la solución a mi cautiverio para mirarlo con ojos hidrópicos o subir al cielo envuelta en las sábanas, que lave esta mañana, como la bella Remedios.

Nace el pez, que no respira,

sobre las ondas se mira,

cuando a todas partes gira,

midiendo la inmensidad

(…)

¿y yo, con más albedrío,

tengo menos libertad?

Sin embargo, como canta el famoso cliché “es lo que hay”. Estoy sana, y me baño más que el pobre Segismundo, tengo las manos descascaradas de tanto lavarlas. No estoy vestida de pieles, porque estaría loca con este calor (que mentira, no mata el virus) pero ya mis pobres trajes floreados, tipo uniforme, piden una chepa. No obstante, miro al parque ─otra obsesión─ y veo a las ardillas que me son bien antipáticas y recuerdo:

Nace el arroyo, culebra

que entre flores se desata,

y apenas sierpe de plata,

entre las flores se quiebra,

(…)

¿y teniendo yo más vida,

tengo menos libertad?

Pero aquí estamos, la vida ha cambiado en un instante y espero, de verdad espero, que  nosotros también cambiemos para bien. ¿Serán las señales de las estrellas con esos mensajes misteriosos que nos están diciendo algo? Sobre ello he escuchado mil teorías,  no soy quien para  dudar de alguna. Porque por ahora:

Yo sueño que estoy aquí

destas prisiones cargado,

y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño:

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

Guerra y paz

 

night

No voy a hablar de las compras alborotadas, de las rumas de papel higiénico, del asco que vimos en los supermercados cuando se llenó gente, hoy no.

No critiquemos hoy de las decisiones que alguien tiene que tomar por nosotros, de si son buenas o son malas, de si me gustan o no me gustan. Finalmente, yo no voy a tomar ninguna que involucre a tanta gente.

En todos estos días somos testigos de lo anterior y, de hecho, de más. Algún criollito sacándole la vuelta la regla, cuando esta le molesta o por supuesto, cuando están hechas para los demás porque “yo estoy por encima del populorum”.  No respeto el toque de queda, me voy con mi pata a comprar, salgo a correr al malecón… seguramente, ustedes tienen más ejemplos. Pero tampoco quiero hablar de esto.

Ahora, mientras miro los pajaritos ya mentados en el post anterior, pienso más que nunca en esos tiempos de guerra que me enseñaron tantas veces en el colegio, cuidarse, esconderse, encerrarse con tu familia. Y ahora, estoy viviendo esa situación, pero no hay guerra, ¿no la hay?

Por un lado, y bajo estas condiciones actuales, qué complejo puede resultar el tener a toda la familia compartiendo el 24/7. Algunos guardan muchos rencores entre ellos; otros, conflictos internos; en algunas conviven los caracteres explosivos, se arrastran viejas desconfianzas, tensiones, manías, y detalles que huelgan comentar. Nadie sabe lo que pasa de la puerta para dentro.  La lista no termina, porque luego de repasar los conflictos con nuestros prójimos, tendríamos que repasar los que tenemos con nuestra psique, las ansiedades, los miedos, las inseguridades, el tan simpático “pensamiento catastrófico”, no sigo porque no me quiero deprimir.

La guerra en tiempo de paz. Tan contradictorio como complejo. Luchando una guerra y lo único que nos puede ayudar es llevarla en paz. Suena tan lindo en el papel, suena tan fácil en la realidad. Sin embargo, todos estamos sufriéndola y creo a la vez, haciendo un gran esfuerzo por mostrar un buen lado.

La cercanía con la muerte nos desestabiliza, nos hace conscientes de nuestra vulnerabilidad, puede sacar lo peor de nosotros, pero también lo mejor. Puede carcomernos por dentro y no matarnos, puede rondarnos y no afectarnos. Pero está cerca.

La guerra interna y la lucha contra un enemigo común e invisible puede resultar incomprensible cuando no escuchas ni una bala, ni una bomba, ni nada por el estilo. No te la crees y eso es lo que está pasando. No nos la estamos creyendo… Somos nuestros propios enemigos y estamos ciegos.

¡Y vamos! Hay que mirar lo positivo, todo los consejos y bromas que caen día a día. Iniciativas, gente que ayuda gente, personas que se ofrecen a ayudar, buenas intenciones para llevarla mejor, sonrisas que se dibujan, la imagen del niño que me saluda de su balcón muerto de risa, el agradecimiento de quien menos esperas, la palmada en el hombro a través de una pantalla. El saber que te piensan y que tú piensas a alguien. La fe, en lo que sea.

Esa huachafa canción de misa que decía “sacar de mí, mi mejor yo” para muchos está funcionando.

No es que todo se vuelva peace and love… tampoco, tampoco, pero al menos todos estamos tratando de vivir en paz, durante el tiempo de esta guerra que recién está arrancando en su real dimensión.

Cuídense. Un día a la vez.

En los tiempos de las aves (…y el voyerismo)

Baden POwell

Cuando contemplo el cielo
de innumerables luces adornado,
y miro hacia el suelo
de noche rodeado,
en sueño y en olvido sepultado
Fray Luis de León

 Los tiempos están para leer y quizás, como hoy, para escribir. Si bien esta cuarentena la llevamos bastante bien, lo interesante es que basta que sea obligada para que nos pongamos un poquito nerviosos. Y estamos día 4….

Tengo la grandísima ventaja de tener mirada a un parque. Por eso, cada tanto, miro al cielo y me quedo un buen tiempo contemplando (y escuchando) a los pajaritos. Por ejemplo, dos veces al día (7 am y 5 pm) un criador de palomas las hace volar en círculos para que se “aireen”, las he visto ya hace tiempo, pero recién logro escuchar su aleteo: una maravilla.

Hay un cernícalo o halcón (para mí es lo mismo). Ese, tiene fascinado a mi marido, tanto que lo llama “mi amigo”. Pues ahora, está entrenando a su cría a volar y es una maravilla. Creo que nos estamos volviendo unos bird watchers chicha, pero mirar el cielo cobra más que nunca su encanto.  Hay unos loritos azules, unos pajaritos amarillos, las cuculíes de siempre (que esas sí me caen mal desde pequeña), los cuervillos que me despiertan a las 4:55 im”pajarita”blemente  despiértenme las aves con su cantar süave no aprendido ¡Grande Fray Luis!

Otro cantar suave está unos metros más abajo: las risas de los niños que viven por la zona. Entienden sin entender que hay que quedarse en casa. Por ello, deben estar maravillados al estar todo el tiempo con sus padres y algunos, con sus abuelos. Salgo al balcón y  veo cómo se asoman, en su inocencia, a ver las mismas aves que miro yo y de cuando en cuando, alguno, a la distancia, levanta la manito y me saluda.

El encanto del voyerismo, casi James Stewart y Grace Kelly. Y así voy viendo, las rutinas que nos hemos ido estableciendo: en algunos balcones empiezan los estiramientos, la meditación, el yoga. De otro lado, el que fuma su primer pucho del día (ojalá que esté abastecido), el cafecito, el que lee el periódico, la que mira como yo y me mira a mí, el que hace cuatro días no hace más que limpiar su parrilla minuciosamente, los niños que hacen las tareas en una mesita, las mamis cantando con sus bebés… Y esta historia continuará.

No me he referido a todos los que pasean a sus perros porque vivo fascinada con una pareja que sale “junta” pero a un metro de distancia ¡ampay!… con su mascota: deben hacerlo unas seis veces al día, por lo menos: a) O el perro tiene diarrea o b) No pueden con su alma o, c) Ninguna de las anteriores.

Ustedes dirán que me la paso en el balcón, pero agradezco mi suerte, es mi locus amoenus porque tendid(a) yo a la sombra esté cantando. Entonces leo y contemplo el cielo, contemplo el suelo y leo.